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Los desencuentros entre la izquierda mexicana y el EZLN

María Inclán Oseguera

Profesora Investigadora de la División de Estudios Políticos del CIDE

“Vamos a enfrentar, no vamos a permitir que pase aquí ese su proyecto de destrucción, no le tenemos miedo a su guardia nacional, que lo cambió de nombre para no decir ejército, que son los mismos, lo sabemos” … “Solo porque la madre tierra no habla, si no se lo dijera ¡Chinga tu madre! Porque la tierra no habla, si fuera, ¡no, vete a la chingada!”.

Con estas declaraciones, entre otras, el Subcomandante Moisés expresó a nombre del Comité Clandestino Revolucionario Indígena-Comandancia General del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) su rechazo al gobierno de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) en el vigésimo quinto aniversario del levantamiento armado zapatista. Sin embargo, el distanciamiento del EZLN con AMLO no es nuevo. Algunos remontan el desencuentro a la campaña presidencial de 2006 cuando se atribuyó parte del abstencionismo a la interpretación que los seguidores zapatistas habían dado a La Otra Campaña. Otros atribuyen el distanciamiento al trato que recibieron los 24 comandantes zapatistas de parte del entonces Jefe de Gobierno del Distrito Federal durante su visita en 2001 en apoyo a la aprobación de la Ley Indígena; otros más al periodo en el que López Obrador fungió como presidente nacional del Partido de la Revolución Democrática y la influencia que pudo haber ejercido sobre gobiernos locales perredistas en Chiapas entre 1996 y 1999.

Sin embargo, la desconfianza zapatista en la política de partidos y electoral y el desencanto con la izquierda partidista ha estado presente en el discurso desde el comienzo del movimiento. Muchos autores lo han señalado con anterioridad (Legorreta Díaz 1998; Estrada Saavedra 2007, Sonnleitner 2001; Trejo 2012 entre muchos otros). Cansados de ser excluídos, ignorados o co-optados por dirigentes partidistas y campesinos, las bases de apoyo zapatista crecieron recelosas de los partidos políticos y los procesos electorales.

La democratización electoral y la alternancia en el poder parecieron canalizar la protesta por vías institucionales. En mi investigación sobre el ciclo de protesta zapatista entre 1994 y 2003 en Chiapas, encontré que los manifestantes zapatistas concentraron su actividad contenciosa en municipios gobernados por el PRI y con mayor presencia militar, dándole un periodo de gracia a los nuevos gobiernos locales de extracción no-priista. Sin embargo, en esa misma investigación también muestro que con el paso del tiempo, el periodo de luna de miel dio lugar al desencanto luego que los gobiernos locales perredistas no daban respuesta o ignoraban las demandas del movimiento. Para el tercer año de gobierno, la actividad de protesta era casi tan alta como durante el segundo año de otro gobierno priista local, demostrando así que la alternancia de partidos en el poder poco había significado para el avance de la agenda zapatista en la zona de conflicto.

Figura 1. Cambios de régimen y cantidad promedio de protestas zapatistas en un municipio

Fuente: Inclán Oseguera, María de la Luz. 2011. Oportunidades políticas como puertas corredizas: los zapatistas y su ciclo de protestas. Estudios Sociológicos 29 (87): 795-831.

Dados los tiempos de transición democrática que se vivían entonces, la esperanza de alcanzar acuerdos de paz con el grupo armado era muy alta, pues al mismo tiempo se negociaban reformas que permitieran una competencia electoral más justa y transparente. Entre 1994 y 1996 se dieron dos procesos de negociación que marcaron el rumbo del movimiento y de la democracia electoral en el país. Por un lado, se dieron los diálogos truncos entre el EZLN y el gobierno federal que desembocaron en los Acuerdos de San Andrés Larráinzar que planteaban dar reconocimiento constitucional a la autonomía indígena planteada en los Acuerdos de San Andrés. Por otro lado, se dieron las negociaciones entre las élites partidistas sobre la reforma política que dieron origen al Instituto Federal Electoral (ahora Instituto Nacional Electoral, INE) y al Tribunal Federal Electoral (ahora Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, TEPJF). Otros ejemplos de transiciones democráticas detonadas “desde abajo” por movimientos insurgentes, como en El Salvador y Sudáfrica, habían logrado convertir a los insurgentes en élites con las que los gobiernos autoritarios y las élites económicas habían tenido que negociar un proceso de transición democrática (Wood 2000).

Sin embargo, como arguyo en una investigación más profunda sobre el desarrollo del movimiento zapatista y la transición democrática en México, esto no ocurrió en el caso mexicano. El que ambos procesos de negociación se hayan dado prolongada, separada y casi paralelamente, obstaculizó el avance de la agenda zapatista en las negociaciones, ya que los actores involucrados en cada negociación carecían de incentivos o presiones para atender o representar los acuerdos alcanzados en la otra. Además, la ausencia de alianzas formales entre el movimiento y los partidos políticos y la falta de rendición de cuentas electoral blindaron a los actores involucrados de presiones sociales. El tipo de transición democrática que se dio en México, prolongada y centrada en la regulación de la competencia electoral, protegió a las élites políticas de la vulnerabilidad e incertidumbre que tienden a experimentar durante una transición democrática.

Después del fiasco que representó la aprobación de la Ley Indígena en 2001, los zapatistas decidieron abandonar cualquier posible negociación y su lucha contenciosa para enfocar sus esfuerzos de movilización en la construcción de sus autoridades autónomas, las cuales a la fecha siguen funcionando exitosamente gracias a las redes transnacionales de solidaridad zapatista.

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Atribuirle el distanciamiento zapatista de la política de partidos y electoral a una sola persona sería darle a AMLO demasiado protagonismo. Sin embargo, es él quien encabeza el gobierno federal y sobre quien que recae el rumbo que tomará el desarrollo económico del país (por atribuciones propias o institucionales). Así los zapatistas lo identifican y han decidido enfrentarlo, como lo hicieran al darle la bienvenida al gobierno de Ernesto Zedillo o de Vicente Fox. Es por eso que durante la última campaña electoral presidencial, el EZLN junto con el Congreso Nacional Indígena, apoyaron la candidatura independiente de Marichuy y ya han declarado que se opondrán al proyecto del Tren Maya, como se opusieron al Plan Puebla-Panamá, durante el gobierno de Vicente Fox.

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