La retórica populista ha sido asociada a la generación de polarización. La polarización erosiona las bases de la convivencia política y social. Representa, por lo tanto, una amenaza a los cimentos mismos de la sociedad organizada. Cabe preguntarse, entonces, cuáles son los mecanismos que activan a aquel fenómeno divisorio. Un aspecto que se explora aquí es el de las creencias que subyacen a la narrativa populista y sus vínculos con la polarización. Se busca así describir la psicología política del populismo.
El retrato que los dirigentes políticos dan sobre el mundo social parece activar ciertas predisposiciones entre los ciudadanos. Una retórica pluralista –como la de Barak Obama– tiende a despertar sentimientos de aceptación frente a las diferencias entre los ciudadanos. Contrariamente, una retórica populista –como la de Donald J. Trump– activa orientaciones intolerantes hacia lo distinto, cuya manifestación extrema es la polarización. El llamado discurso del odio en Estados Unidos –y los episodios de violencia asociados al mismo– parece representar un ejemplo cabal de como la narrativa de un gobernante –en este caso, el Presidente norteamericano– tiene consecuencias en términos de actitudes y comportamiento entre los individuos. Las ideas parecen tener efectos que van más allá de ellas.
Un enfoque sobre el populismo de creciente aceptación en la ciencia política denominado como la “perspectiva ideacional”, define al populismo como un discurso entre actores, partidos y movimientos políticos que se caracteriza por concebir a la política como una lucha maniquea entre la voluntad del “pueblo” y una “élite” que conspira contra el primero (Hawkins y Rovira Kaltwasser 2019). La visión del enfoque ideacional destaca la fuerza causal de las ideas y propone que las mismas, expresadas en la retórica de los líderes, influyen sobre el comportamiento de los votantes. Tal perspectiva es de suma importancia para explorar la relación entre retórica populista y polarización.
Un aspecto que parece contribuir a la polarización es el de ciertas ideas propias de la narrativa populista. Entre tales ideas se destacan un conjunto de creencias que tienen el estatus de creencias causales.
La polarización es lo opuesto a la tolerancia. Las actitudes polarizadas se caracterizan por el debilitamiento de orientaciones de los individuos fundamentales para la organización de la vida social como lo son las que van desde la aceptación de las diferencias entre ellos, hasta la predisposición a cooperar unos con otros (Carlin et al. 2019). La polarización erosiona las bases de la convivencia política y social. Representa, por lo tanto, una amenaza a los cimentos mismos de la sociedad organizada. Cabe preguntarse, entonces, cuáles son los mecanismos que activan este fenómeno divisorio.
Un aspecto que parece contribuir a la polarización es el de ciertas ideas propias de la narrativa populista. Entre tales ideas se destacan un conjunto de creencias sobre el mundo social y político que subyacen a la retórica del populismo. Algunas de estas creencias tienen el estatus de creencias causales. Como se sabe, una creencia causal es la asignación de la existencia de una relación de causa-efecto entre dos fenómenos. Las creencias causales forman parte de las ideas que los individuos en general portan sobre el funcionamiento de la sociedad y típicamente suelen no estar basadas en evidencia. La retórica populista se caracteriza por un conjunto específico de creencias causales. Su análisis contribuye a explicar las consecuencias que la narrativa populista tiene en términos de actitudes políticas. Explorar la psicología política del populismo permite encontrar las claves de la polarización.
Creencias y retórica populista
El retrato de la política como una espacio de lucha maniquea entre la voluntad de un “pueblo bueno” y la acción de una “élite malvada” constituye, como ha sido mencionado, el atributo central de la retórica populista. Es importante considerar que tal antagonismo, sin embargo, no se circunscribe al que –se postula– existe entre aquellas dos entidades, si no que la narrativa populista extiende esa rivalidad a múltiples díadas de actores sociales. Una idea que caracteriza a la retórica del populismo es la creencia de que algún “otro” es el causante de los males sociales. Ese “otro” varía ampliamente según cada contexto. Así, ese papel es asignado por la retórica populista a actores o procesos tan diferentes como lo son los inmigrantes en EEUU –y en Hungría–, los “conservadores” en México, la idea de España en el proyecto independentista en Cataluña, o la Unión Europea en el caso del Brexit. Aunque con diferencias, lo que constituye a tal creencia –y que es común a los populismos de derecha e izquierda– es la enunciación de un “otro” que es el responsable de los problemas de un país. En términos más clásicos, la retórica populista concibe a la política bajo la lógica schmittiana de amigo-enemigo.
Una segunda creencia que subyace a las ideas populistas puede ser definida como una concepción de la política según la cual ésta todo lo puede. En otras palabras, tal visión supone la creencia en la inexistencia de límite alguno de parte de la realidad para el ejercicio de la política. La política, en esa cosmovisión, no lidia con el dilema –tan caro para la tradición realista de la teoría política– de cómo satisfacer preferencias infinitas con recursos finitos. Las creencias a favor de políticas no sustentables en el tiempo –como todo indica es la idea de la salida de Cataluña de España– parece expresar tal visión. Las identidades pueden anular a la racionalidad. En esta creencia de la política concebida sin límites quizás radique el origen de cierto carácter mesiánico que los seguidores les asignan a los líderes populistas. Si el líder es un mesías, todos aquellos que disientan se convierten en enemigos que deben ser acallados. El paso a la polarización es muy corto.
Una tercera creencia del populismo es que políticas públicas muy simples pueden resolver problemas sociales muy complejos. Tal concepción habla de la presencia de creencias causales muy rudimentarias sobre el mundo social entre las ideas populistas. Es posible encontrar esta creencia en múltiples manifestaciones de la retórica populista en muy variados contextos. Así, un ejemplo de este rasgo de la narrativa del populismo se puede advertir entre los seguidores y el discurso de Trump, con la creencia según la cual la construcción de un muro en la frontera con México “resolvería” el arduo y multicausal fenómeno de la migración. Como otra expresión del carácter simplista con el que el discurso populista retrata a la realidad emerge la creencia causal de que la salida de la Unión Europea le permitiría al Reino Unido terminar con todos sus males. Finalmente, otra manifestación de lo tosco o elemental de las creencias y discursos populistas es la idea de que la sola imposición de aranceles comerciales a las cada vez más integradas cadenas productivas de la economía mundial solucionaría los problemas vinculados a la creciente integración económica de las naciones.
Una cuarta creencia asociada a la retórica populista es también elocuente sobre la simpleza con la que aquella percibe el funcionamiento de la política: el ejercicio del gobierno es concebido no como un tema de conocimiento o experticia sino como un asunto de un pueblo “sabio” que debe ser el directriz de las políticas públicas. De esta creencia se desprende el abierto rechazo al rol de los expertos. Nociones como la de burocracia o tecnocracia adquieren un sentido profundamente peyorativo y son concebidas como representando –o incluso formando parte de– los intereses de las “élites corruptas”. Esta característica quizás parezca un rasgo más presente en los populismos de las nuevas democracias –como en América Latina–, aunque el discurso de Trump contra el “establishment de Washington” y la narrativa de Boris Johnson contra “la burocracia de Bruselas” parecen expresar esa misma visión. De esta oposición discursiva, el camino al antagonismo –y por ende a la polarización– entre el pueblo y tales élites de expertos parece inexorable.
Las consecuencias de la retórica populista
La visión maniquea de la política propia de la retórica del populismo parece estar teniendo profundos alcances no sólo en la política si no en el tejido social en aquellas naciones que están atravesando experiencias populistas. Una narrativa de esta naturaleza diluye la pluralidad propia de las sociedades contemporáneas para reducirla a dos entidades homogéneas y abstractas que se oponen de modo irreductible. Tal antagonismo en el plano de la retórica obliga a quien la recibe a ubicarse de uno de los dos lados en pugna. El lado opuesto al elegido, consecuentemente, se transforma en un enemigo irreconciliable. Emerge el reino de los “fifís” y de los “chairos”, en el que toda complejidad y matices quedan desterrados. Esta es, justamente, la semilla de la polarización: una sociedad que es presentada como dos extremos que se rechazan mutuamente.
Un caso crucial al respecto es Argentina, que padece un largo y profundo proceso de polarización, sintetizado en la difundida idea de la existencia en aquel país de una “grieta”, término que evoca la profunda línea divisoria que separa irreconciliablemente a kirchneristas de anti-kirchneristas. Las honduras de esta polarización han cruzado y resquebrajado el mundo de las relaciones sociales, erosionando los más elementales vínculos comunitarios, laborales o familiares. La campaña electoral de este año ratifica que esta antinomia continúa siendo vigente y radical.
Un resultado similar es lo ocurrido en Venezuela. La gravedad de la crisis humanitaria en este país ha dejado en un segundo plano el estudio del problema de la polarización, aunque parece evidente un proceso de grave deterioro de las relaciones sociales en torno a un profundo antagonismo entre los sectores que se identifican con el chavismo y aquellos que lo hacen con el anti-chavismo. Aunque aún sea muy pronto para decir lo mismo de dos casos de reciente llegada al poder de propuestas que apelan a la retórica populista, México y Brasil –y que sea necesaria investigación empírica sobre esta hipótesis–, la sombra de un devenir semejante hacia la polarización como en Argentina o Venezuela podría darse en estos países con el paso del tiempo. Las expresiones que al respecto se leen en las redes sociales indicaría una tendencia en esa dirección.
Finalmente, como una paradoja para la democracia emerge el hecho de que la polarización populista parece generar polarización no populista (Abi-Hassan 2019), derivando en una espiral ascendente del fenómeno. Una pregunta crucial que se desprende es sobre cuáles podrían ser las políticas democráticas frente a la retórica populista que rompan con una suerte de “equilibrio de la intolerancia” que producen las ideas del populismo. Este y otros importantes interrogantes son los desafíos de la comunidad de investigadores. Dado que el populismo parece erosionar la convivencia democrática, urge más investigación sobre el fenómeno. La democracia liberal misma parece estar en juego.
Referencias:
Abi-Hassan, Sahar. 2019. “Populism in Venezuela: the role of the opposition”. En Kirk A. Hawkins, Ryan E. Carlin, Levente Littvay, y Cristóbal Rovira Kaltwasser (Eds).The Ideational Approach to Populism. Concept, Theory, and Analysis. London & New York: Routlegde
Carlin, Ryan E., Kirk A. Hawkins, Levente Littvay, Jennifer McCoy y Cristóbal Rovira Kaltwasser. 2019. “Conclusions”. En Kirk A. Hawkins, Ryan E. Carlin, Levente Littvay, y Cristóbal Rovira Kaltwasser (Eds).The Ideational Approach to Populism. Concept, Theory, and Analysis. London & New York: Routlegde.
Hawkins, Kirk A. y Cristóbal Rovira Kaltwasser. 2019. “Introduction: the ideational approach”. En Kirk A. Hawkins, Ryan E. Carlin, Levente Littvay, y Cristóbal Rovira Kaltwasser (Eds).The Ideational Approach to Populism. Concept, Theory, and Analysis. London & Nueva York: Routlegde.
Magnifico artículo; me aclara lo que está sucediendo a pasos agigantados en nuestro México y me angustia de sobremanera. Y Te pregunto Rodolfo qué podemos hacer para bloquear qué de siga replicando.
T recomiendo otro Libro sobre el tema: «ME THE PEOPLE» How Populism Transforms Democracy. Nadia Urbinati. Harvard.