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¿Qué sabemos sobre las fake news?

Georgina Flores-Ivich

Flacso México y Red de Politólogas

Si un término se ha popularizado en los años recientes es el de Fake News. Este fenómeno que se ha configurado como novedoso y amenazante, ha surgido como producto de la aceleración de los flujos de información y la emergencia de los sitios de redes sociales. Sin embargo, ni el fenómeno ni los temores son nuevos. El temor a la información falsa que es transmitida a través de medios masivos puede remontarse a los años treinta con la transmisión radiofónica de la novela “La Guerra de los mundos” que demostró el poder de los medios para generar pánico y crear mitos que pueden conmocionar a una sociedad, en este caso, generar alarma sobre una invasión extraterrestre. Entonces, para muchos, este hecho puede ser visto como el fenómeno de Fake News de los años treinta.

En la actualidad, las principales preocupaciones acerca de las Fake News tienen que ver con los efectos en las personas, por un lado, y sus posibles amenazas a la democracia, por el otro. Este fenómeno nos ha obligado a retomar la agenda de investigación proveniente de la psicología y la comunicación que apunta a descubrir las motivaciones de las personas para informarse, los efectos de la información en las actitudes políticas y la función de los medios masivos de comunicación en las democracias. Pareciera que estamos ante una nueva era de efectos poderosos de los medios donde las redes sociales y su capacidad para propagar las noticias falsas se han vuelto el centro de un temor exacerbado.

Aunque el fenómeno de las Fake News data ya de hace bastante tiempo, adquirió una mayor popularidad durante las elecciones presidenciales de 2016 en Estados Unidos. De hecho, existe una percepción generalizada que las noticias falsas difundidas principalmente en Facebook, distorsionaron el panorama político en las elecciones de 2016 y que fueron un elemento clave para la victoria de Donald Trump. Sin embargo, a pesar de esas afirmaciones, no existe evidencia concluyente que indique que las noticias falsas determinaron el rumbo de la elección. 

¿Qué puede considerarse noticias falsas y qué no?

Uno de los principales problemas cuando hablamos de este fenómeno radica en su definición. Desde que el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, calificó como fake news toda la información que no le favorecía, el uso del término creció sustantivamente e incluso se ha materializado una guerra entre políticos y periodistas. Pero, ¿es importante ponernos de acuerdo cuando utilizamos el término? Si tomamos como punto de partida que es un fenómeno bastante nuevo que implica cierta complejidad para recabar datos y generar una agenda de investigación sustantiva que ayude a desmitificar sus efectos y su alcance, construir un acuerdo en torno al término es primordial.

Un artículo publicado en 2017 mostró la diversidad de significados que pueden encontrarse bajo el término Fake News. Mediante una revisión de 34 artículos académicos publicados entre 2003 y 2017, se identificó una tipología en las definiciones que demuestra que el término se utiliza indistintamente para referir a información satírica, parodias, noticias fabricadas, manipulación de fotografías, anuncios y propaganda.

Una definición más clara de fake news puede ser la que refiere a la información fabricada que imita el contenido de los medios de comunicación en su forma.

Es importante distinguir a las noticias falsas de información errónea o de la desinformación en términos más generales, pero también de la manipulación de imágenes o de la información que se crea con un objetivo satírico claro. Una definición más clara de fake news puede ser la que refiere a la información fabricada que imita el contenido de los medios de comunicación en su forma. Es decir, se trata de información que se crea y se distribuye a partir de medios que carecen de normas y procesos editoriales para garantizar la precisión y la credibilidad de la información, pero que intentan imitar el formato. Entonces, de acuerdo a esta definición, las noticias falsas se limitarían a los sitios que difunden información aparentando ser sitios tradicionales y que confunden al lector aparentando legitimidad y objetividad.

Partir de una definición clara de noticias falsas que ayude a evaluar empíricamente la dimensión del fenómeno puede ser útil para construir evidencia sobre su propagación y sus efectos. Se tendría que cuestionar en qué medida las sátiras de noticias o los memes encajan en este término. La claridad en torno a ello permitirá construir una agenda más sólida y, además, optimizará los esfuerzos de las instancias creadas para verificar información.

¿Es justificable el miedo a las noticias falsas?

El miedo a las noticias falsas se basa en la velocidad en la que pueden propagarse, en los efectos que generan en quienes las consumen y en la amenaza que representan para la democracia. La mayor parte de la evidencia que existe proviene de Estados Unidos y surge en el contexto de las elecciones de 2016, gracias a la noción generalizada que las noticias falsas difundidas principalmente a través de Facebook, distorsionaron el panorama político.

En un artículo periodístico publicado para la revista Medium, Brendan Nyhan, politólogo y profesor en Michigan, estableció que el miedo a las noticias falsas es exagerado y que muchas de las conclusiones sobre su alcance y sus efectos en la política estadounidense fueron erróneas. Veamos algunos estudios que han contribuido de manera notable a evaluar su impacto.

En primer lugar, se ha establecido que el público que consume este tipo de noticias es pequeño. Además, este grupo de personas también consumen sitios de noticias reales, lo que contribuye a eliminar la idea de que viven en una realidad alternativa completamente distorsionada.

En un estudio publicado en 2018, un grupo de autores combinaron datos de sitios de noticias falsas con datos de tráfico web a nivel individual y demostraron que únicamente el 27% de los estadounidenses visitó sitios de noticias falsas. Además, se confirmaron los sesgos políticos esperados: los partidarios de Clinton y de Trump preferían los sitios a favor de sus candidatos. Además, el consumo de noticias falsas se concentró entre el 10% de los estadounidenses con las tendencias de consumo de noticias más conservadoras, quienes fueron responsabes de aproximadamente seis de cada diez visitas a sitios web de noticias falsas durante este periodo. Sin embargo, incluso en este grupo, las noticias falsas constituían menos del 8 por ciento de su consumo total de noticias. Asimismo, se demostró que las personas de 60 años o más consumieron más noticias falsas que otras cohortes. Esto puede ser indicativo de una una falta de alfabetización digital o de una disponibilidad de tiempo mayor para consumir noticias políticas.

En otro estudio publicado en 2018, se dio cuenta de una disminución sustantiva en la proporción de estadounidenses que visitaron al menos un sitio web de noticias falsas en 2018 con respecto a 2016. Asimismo, se demostró que la exposición a anuncios políticos en Facebook fue limitada en relación con otros tipos de publicidad y se concentró entre un subconjunto de usuarios específicos que utilizan la red social con frecuencia.

Estos hallazgos nos permiten matizar ciertas afirmaciones, pero, ¿de qué tamaño es el problema? En un artículo publicado en 2017 por Columbia Journalist Review, se establece que la audiencia de noticias falsas es aproximadamente diez veces más pequeña en comparación con la audiencia que consume noticias reales. Asimismo, la audiencia de noticias reales aumentó, mientras que la audiencia de noticias falsas se mantuvo constante entre noviembre de 2015 y noviembre de 2016. De acuerdo al estudio referido, las audiencias de noticias falsas visitaron otros sitios de noticias reales con mayor frecuencia que las audiencias no expuestas a noticias falsas.

El hallazgo más contundente del estudio es que Facebook tiene un potencial importante para propagar noticias falsas: cerca del treinta por ciento de todo el tráfico de estas noticias se vincula a esta red social. Sin embargo, no podemos atribuir a las redes sociales la responsabilidad de liderar el flujo de información ya que la red de medios tradicionales de derecha pudo haber operado como un sistema que utilizó las redes sociales como plataforma para transmitir su postura y marcar la agenda incluso en espectros más amplios que los sectores evidentemente conservadores.

Los estudios antes mencionados ayudan a colocar el alcance y el efecto de las noticias falsas en su justa dimensión. En primer lugar, se ha establecido que el público que consume este tipo de noticias es pequeño, lo cual puede resultar en un alivio si pensamos en sus consecuencias adversas. Además, el hecho de que este grupo de personas consuman también sitios de noticias reales, nos ayuda a eliminar la idea de que viven en una realidad alternativa completamente distorsionada.

Agenda futura

La propagación de las noticias falsas puede ser preocupante, pero su poder político se ha sobreestimado. El centro de los temores se encuentra en cómo operan los flujos de información en las democracias. Pero más importante, en los efectos en las personas, es decir, en cómo interpretan, utilizan y analizan la información. Cabe mencionar que estos temores no son nuevos. Los observamos con la transmisión de la guerra de los mundos, con la proliferación de encuestas electorales publicadas en periódicos, con la llegada de la televisión y ahora, con las redes sociales.

Una agenda que podría vincularse con los hallazgos de noticias falsas es la que evalúa cómo las personas procesan e interpretan la información, misma que ya tiene un amplio camino recorrido en la psicología y la comunicación.

Todavía queda mucho por evaluar acerca del fenómeno de las noticias falsas ya que se trata de una agenda que parte de dos problemas importantes: la falta de definición y de datos disponibles. Una agenda que podría vincularse con los hallazgos de noticias falsas es la que evalúa cómo las personas procesan e interpretan la información, misma que ya tiene un amplio camino recorrido en la psicología y la comunicación. Se ha demostrado que el efecto de la publicidad electoral en las decisiones sobre los candidatos es cero. Pareciera que esto es más complejo de lo que parece: ¿cuántas personas podrían modificar su comportamiento político al ser expuestas a cierto contenido? ¿De qué manera operan los sesgos propios de las personas en la percepción de la realidad social?

Cuando pensamos en los efectos que tienen las percepciones políticas erróneas en la configuración del debate público y en la democracia, así como en la capacidad de las personas para sostener creencias falsas o sin fundamento, resulta importante pensar en el fenómeno del razonamiento motivado que establece que las preferencias de las personas influyen en la forma en que reúnen la evidencia y procesan los argumentos a los que se exponen. Es decir, hablamos de personas motivadas para llegar a una conclusión particular y que eligen consumir la información que reafirma sus creencias.

En este sentido, las creencias previas se respaldan con evidencia relevante y las personas pueden terminar creyendo lo que quieren creer, no por medio de una ilusión sin sentido, sino de procesos de razonamiento genuinos que le parecen sólidos. Entonces, la exposición selectiva a contenido políticamente agradable adquiere una nueva dinámica a través de las redes sociales y es clave en el desarrollo de esta agenda de investigación. Como menciona Nyhan, la mayor parte de las visitas a los sitios de noticias falsas en el contexto de la elección de 2016 en Estados Unidos, provenían del grupo más conservador que, de igual manera iba a apoyar a Donald Trump. Entonces, podríamos afirmar que la exposición selectiva al contenido, disminuye el impacto que podríamos esperar de las noticias falsas.

Las constantes advertencias sobre noticias falsas podrían fomentar un cinismo generalizado con efectos indirectos no deseados que reducen la creencia en las noticias verdaderas.

Asimismo, si las noticias falsas imponen costos sociales, ¿qué se puede hacer al respecto? La presión ejercida sobre la difusión de este tipo de información llevó a que Facebook y Google emprendieran acciones y generaran múltiples instancias para verificar la información. Facebook fue un vector clave de exposición a noticias falsas aunque sus esfuerzos de verificación de hechos de noticias falsas casi nunca llegaron a sus consumidores. Como menciona Brendan Nyhan: estas constantes advertencias sobre noticias falsas podrían fomentar un cinismo generalizado con efectos indirectos no deseados que reducen la creencia en las noticias verdaderas. Entonces, se necesita aprender más sobre el potencial de estas acciones para contrarrestar la información falsa.

 


 

REFERENCIAS

Nyhan, B. (4 de febrero de 2019). Why Fears of Fake News Are Overhyped. Medium. Recuperado de https://gen.medium.com/why-fears-of-fake-news-are-overhyped-2ed9ca0a52c9

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Nyhan, B (13 de febrero de 2018). Fake News and Bots May Be Worrisome, but Their Political Power Is Overblown. New York Times. Recuperado de https://www.nytimes.com/2018/02/13/upshot/fake-news-and-bots-may-be-worrisome-but-their-political-power-is-overblown.html

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