En América Latina y en el mundo se observa un importante incremento en el número de mujeres que integran los congresos nacionales. Indudablemente, su presencia genera expectativas de cambios en las decisiones que se toman y en la manera en las que se generan los acuerdos y se hace política. Las preguntas que surgen son, entonces, si ¿una mayor presencia de las mujeres en las instituciones se traduce en mayor influencia en las decisiones? ¿Siempre es así? ¿Hay obstáculos que frenen esa transformación? De ser así, ¿cuáles son?
I. Logrando la presencia
El año 2018 fue, en el continente, un año de grandes avances en la igualdad de género: por primera vez se logró rebasar la masa crítica del 30% de las mujeres en los cargos legislativos, significativamente por encima del promedio mundial de 24.3% (Inter-Parliamentary Union, 2019). Estos avances se dieron a partir de la implementación de medidas de acción afirmativa (cuotas) y/o principios de paridad en la región, con lo que el incremento de mujeres en los órganos legislativos presentó un crecimiento más rápido que en otros ámbitos sociales, educativos, o económicos.
La introducción de las cuotas y/o la inclusión del principio de paridad en el registro de las candidaturas en la mayoría de los países de la región puede ser vista como una reacción ante las estructuras políticas y sociales discriminatorias hacia las mujeres y que, además, no fueron derrumbándose de forma natural a partir del reconocimiento del sufragio femenino. En un contexto de ausencia de las mujeres en los espacios del poder, la adopción de medidas afirmativas y de la paridad resultó ser un remedio altamente efectivo.
La aplicación de las cuotas y de la paridad está acompañada de la expectativa de que las mujeres que lleguen a ocupar los cargos legislen en beneficio de las demás mujeres y de otras personas pertenecientes a grupos en situación de vulnerabilidad. Estas expectativas en ocasiones pueden resultar discriminatorias, al circunscribir la actividad política legítima de las mujeres a los asuntos que son una extensión de las tareas de cuidado que tradicionalmente se asocian con el sexo femenino. De ahí que con frecuencia se pueda observar una sobrerrepresentación de diputadas en las comisiones legislativas dedicadas a la educación, derechos de la niñez o la igualdad, como si se tratara de cuestiones de interés exclusivo de la parte femenina de la población.
Al mismo tiempo, la expectativa de cambio parece ir de la mano con los fundamentos de las teorías de la representación, que señalan que la presencia de personas pertenecientes a diversos grupos las visibiliza y permite expresar sus intereses y experiencias en los debates legislativos (Mansbridge, 2003). En efecto, las experiencias en muchas latitudes demuestran que un incremento de representantes de un grupo social en los espacios de poder (representación descriptiva) con el paso del tiempo se transforma en una influencia en las decisiones tomadas (representación sustantiva) (Lowande, Ritchie y Lauterbach, 2018; Jones, 2014; entre otros).
II. Construyendo la influencia
La pregunta por responder es si la mayor presencia de las mujeres en los órganos legislativos se traduce en una mayor —y mejor— representación de sus intereses. Esto conduce a pensar en una cuestión previa: ¿qué significa representar los intereses de un grupo?
La representación de intereses de un grupo (representación sustantiva) es definida por la literatura comparada como el proceso de expresión de las preferencias en el proceso de toma de decisiones y, al mismo tiempo, como un resultado de este proceso, que debería llevar a resultados (políticas públicas) favorables para el grupo (Dahlerup y Freidenvall, 2005). En otras palabras, estar presente durante la toma de decisiones no significa necesariamente poder expresar las opiniones ni tener influencia sobre estas decisiones. La representación sustantiva implica poder opinar e influir, para que las decisiones se hagan cargo de realidades, necesidades e intereses de los grupos.
Sin embargo, está abierta la cuestión de cómo definir los intereses de las mujeres. Las mujeres somos la mitad de la sociedad y no conformamos un grupo uniforme. Las características y condiciones particulares generan una gran diversidad de experiencias, visiones e intereses. En ese contexto, ¿resulta posible siquiera pensar de un interés común? Por extraño que pueda parecer, la respuesta es afirmativa.
A pesar de la diversidad, las mujeres comparten —frente a los hombres— algunas características y condiciones de vida que permiten delimitar un interés común para todas. Ese interés es, por excelencia, la capacidad de llevar una vida digna, libre de violencia de cualquier tipo (Beckwith, 2011). También la característica biológica del embarazo y parto hace que —aunque, por supuesto, no todas las mujeres desean ser madres— todas compartan el interés en garantizar condiciones adecuadas de salud y de atención a aquellas que decidan serlo (Philips, 1995). Finalmente, otro interés compartido fue generar mecanismos necesarios para lograr la incorporación de las mujeres en la toma de decisiones (Philips, 1995; Beckwith, 2011).
Entonces, las premisas que sostienen la teoría y la evidencia es que 1) la mayor presencia de las mujeres en los espacios del poder se traduce, con el paso del tiempo, en una mayor influencia; y 2) esta influencia debería hacerse visible a partir de la articulación de los intereses de las mujeres y aprobación de las políticas públicas que las reflejen. ¿En qué medida esto es cierto en América Latina?
III. ¿Están representados los intereses de las mujeres?
Partiendo de la definición de los intereses de las mujeres, se debería notar cambios en las decisiones y políticas públicas relativas a por lo menos tres ámbitos: 1) protección a la salud; 2) atención al fenómeno de la violencia en razón de género y 3) acceso de las mujeres a los espacios de poder.
Sobre la protección de la salud, los datos muestran que América Latina queda atrás en cuanto a la protección y acceso de las mujeres a la salud reproductiva. La muerte maternal y el embarazo adolescente son cuatro veces más frecuentes en América Latina que en Europa y Asia Central (World Bank, 2019). Además, alrededor del 43% de las mujeres sufren irrespeto y maltrato durante el parto y el aborto (Tobasía Hege et. al., 2019).
La tendencia de los últimos años no refleja una mejora significativa en la atención a la salud femenina. Más de 24 millones de mujeres en América Latina no pueden satisfacer sus necesidades de acceso a los anticonceptivos modernos. También más del 97% de las mujeres de la región viven en los países con leyes restrictivas, por lo que aproximadamente el 10% de las muertes maternas ocurre a causa de un aborto inseguro (Singh et. al., 2018). Esta tendencia puede ser reflejada o promovida incluso por las propias mujeres. Aquí un ejemplo clave es la aprobación de legislación restrictiva respecto al aborto en el estado de Nuevo León, en México, donde un congreso paritario lo penalizó (La Jornada, 2019).
Respecto de la erradicación de la violencia, la región tampoco ha registrado avances significativos; por el contrario, en algunos ámbitos se puede incluso notar un incremento de los casos de violencia contra las mujeres. Ese es el caso de la actividad política, ya que violencia política en razón de género afecta a cada vez mayor número de mujeres involucradas en la vida pública (ONU-Mujeres, 2019), al convertirse en una amenaza al “status quo” masculino dominante en las instituciones públicas. En otros ámbitos, la violencia sigue azotando a las mujeres. Solo en 2017, casi tres mil mujeres han sido víctimas de feminicidio en la región (CEPAL, 2019).
Donde es posible notar un avance importante es en la construcción de mecanismos para que las mujeres puedan acceder al poder. La representación política femenina en América Latina se incrementó como consecuencia de la implementación de medidas de acción afirmativa (las cuotas de género) y/o la inclusión del principio de paridad de género que, con el tiempo, fueron fortalecidas y aplicadas con mayor eficacia. Una parte importante de este fenómeno fue la labor de las propias mujeres que, desde distintos espacios, fueron promoviendo reformas u otros mecanismos que favorecían el acceso de las mujeres, realizando con ello el interés compartido por todas.
Las mujeres cuentan con cada vez mayor presencia en los espacios del poder, pero esta presencia no necesariamente se traduce en una mayor representación sustantiva, en la representación de los intereses de las mujeres. ¿Por qué es así?
Finalmente, en este punto resulta importante destacar que el estudio de algunos fenómenos que afectan a las mujeres (o las afecta en forma distinta que a los hombres) se ve dificultado por la ausencia de datos. Como lo señala Criado Perez (2019), existe un gender data gap, un fenómeno que refleja la centralidad de lo masculino y que excluye de los datos recolectados por los gobiernos y las organizaciones las particularidades femeninas que dificultan los análisis.
IV. Entonces, ¿qué pasa?
Las mujeres cuentan con cada vez mayor presencia en los espacios del poder, pero esta presencia no necesariamente se traduce en una mayor representación sustantiva, en la representación de los intereses de las mujeres. ¿Por qué es así? Porque:
1) Las mujeres con frecuencia están presentes en los espacios formales, pero ausentes en aquellos espacios informales en los que los hombres discuten, acuerdan y deciden. En este sentido, las reglas informales del poder y las estructuras extrainstitucionales juegan en contra de las mujeres (Castillejo, 2016; Bjarnegård y Kenny, 2015).
2) Las mujeres que llegan a los espacios del poder se enfrentan al sexismo y violencia, lo que dificulta o, de plano, impide que desarrollen sus actividades libremente (Freidenberg y Del Valle, 2017). Se estima que el 82% de las mujeres legisladoras en el mundo han sido victimas de violencia psicológica, 65% han sido humilladas públicamente, y alrededor de 44% recibieron amenazas de violación o muerte para ellas o sus hijos (IPU, 2016).
3) Las estructuras y dinámicas propias de los partidos políticos resultan excluyentes para las mujeres, ya que estas suelen ser excluidas de las “redes de viejos amigos” lideradas por los caudillos partidistas (Freidenberg et al., 2018).
4) Los estereotipos y patrones de discriminación dificultan a las mujeres el ejercicio del poder y del liderazgo (García Beaudoux, 2018). Estos patrones no se modifican automáticamente a partir de un mayor número de mujeres en los cargos del poder, sino que requieren de políticas públicas, entre ellas educativas, encaminadas a revertir la discriminación hacia las mujeres.
5) No todas las mujeres que llegan al poder comparten la agenda feminista o no todas la tratan como su prioridad, lo que afecta la manera en la que perciben su rol, así como las decisiones que toman en representación de las y los demás. Esta dimensión es clave porque muchas veces no cumplen con las expectativas de otras mujeres (que están esperando que esas mujeres que llegaron al poder legislen para ellas) y también frente a ciertos grupos de hombres que defienden intereses diferentes a los de las mujeres y están esperando que estas legisladoras y/o funcionarias no cumplan con esas expectativas.
A pesar de ser más las mujeres ocupando instituciones políticas, en América Latina aún no se logra la transformación de la representación para que esta tenga un impacto real en las decisiones y políticas públicas. Los obstáculos continúan siendo muy fuertes y constituyen una nueva agenda de investigación que debe continuar para comprender qué detiene el ascenso de las mujeres en la política latinoamericana y cómo eliminar los obstáculos que las limitan.
Referencias
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Bjarnegård, Elin y Meryl Kenny. “Revealing the “Secret Garden”: The Informal Dimensions of Political Recruitment”. Politics & Gender. Vol. 11. No. 4. 2015, pp- 748-753. https://doi.org/10.1017/S1743923X15000471
Castillejo, Clare. Women political leaders and peacebuilding. Norwegian Peacebuilding Resource Centre. 2016. http://www.css.ethz.ch/content/dam/ethz/special-interest/gess/cis/center-for-securities-studies/resources/docs/6ccaf3f24b120b8004f0db2a767a9dc2.pdf
Criado Perez, Caroline. Invisible women. Exposing data bias in a world designed for men. Londres, Chatto & Windus. 2019. https://www.penguin.co.uk/books/111/1113605/invisible-women/9781784741723.html
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Dahlerup, Drude y Lenita Freidenvall. “Quotas as a ‘Fast Track’ to Equal Representation of Women: Why Scandinavia is No Longer the Model”. International Feminist Journal of Politics. Vol. 7. No. 1. 2005, pp. 26-48. https://doi.org/10.1080/1461674042000324673
Freidenberg, Flavia, Caminotti, Mariana, Muñoz-Pogossian, Betilde y Došek, Tomáš. Mujeres en la Política. Experiencias nacionales y subnacionales en América Latina. México: IIJ-UNAM, IECM. https://biblio.juridicas.unam.mx/bjv/detalle-libro/5488-mujeres-en-la-politica-experiencias-nacionales-y-subnacionales-en-america-latina
Freidenberg, Flavia y Gabriela del Valle Pérez. Cuando hacer política te cuesta la vida. Estrategias contra la violencia política hacia las mujeres en América Latina. México: IIJ-UNAM, TECDMX. https://biblio.juridicas.unam.mx/bjv/detalle-libro/4735-cuando-hacer-politica-te-cuesta-la-vida-estrategias-contra-la-violencia-politica-hacia-las-mujeres-en-america-latina
García Beaudoux, Virginia. “Medios de comunicación, estereotipos de género y liderazgo femenino en América Latina”. En: Freidenberg, Flavia, Caminotti, Mariana, Muñoz-Pogossian, Betilde y Došek, Tomáš. Mujeres en la Política. Experiencias nacionales y subnacionales en América Latina. México: IIJ-UNAM, IECM. https://biblio.juridicas.unam.mx/bjv/detalle-libro/5488-mujeres-en-la-politica-experiencias-nacionales-y-subnacionales-en-america-latina
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https://www.ipu.org/file/5472/download?token=PjtucdkS
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