1. A pesar del fuerte giro a la derecha, los legisladores evangélicos siguen siendo un enigma en la política brasileña
Cuando Jair Bolsonaro ganó la presidencia de Brasil a fines de 2018, los grupos conservadores tuvieron grandes sueños de cambios rápidos y dramáticos en la política y la sociedad del país. Transcurridos dos meses de su presidencia, algunos cambios han sido efectivamente rápidos y contundentes —desde un retroceso en las protecciones ambientales hasta una expansión de los derechos de posesión de armas.
Sin embargo, en el Congreso Bolsonaro aún no ha afianzado la coalición que necesita para realizar cambios en políticas como las reformas de pensiones y educación. Bolsonaro puede disfrutar que lo llamen el «Trump brasileño», pero el Congreso al que se enfrenta es muy diferente al de Trump —una legislatura bien conocida como fragmentada, con decenas de partidos. Para legislar, Bolsonaro deberá mantener felices a muchos aliados. Sin embargo, cuando asumió el cargo, el Presidente se resistió a jugar el juego del «presidencialismo de coalición», un sistema en el que los presidentes recientes han repartido cargos de gabinete a líderes de diferentes partidos a cambio de apoyo legislativo.
Al desestimar las viejas reglas, Bolsonaro apostó por su capacidad para acorralar a los legisladores de la bancada evangélica, donde fue miembro hasta hace poco. Pero esa apuesta sigue siendo arriesgada.
Aunque Brasil fue históricamente un país católico, el evangelismo (un grupo diverso que va desde los protestantes de la “línea principal» hasta los pentecostales) se ha expandido rápidamente. Es probable que el censo de 2020 registre que alrededor del 30 por ciento de los brasileños se identifican como evangélicos, en comparación con el 5 por ciento que había en 1970. Simultáneamente, el poder político evangélico ha crecido a medida que pastores prominentes tuitean y transmiten en televisión su apoyo a los «hombres de Dios».
Sin embargo, y sorprendentemente, los respaldos evangélicos no afectaron mucho a las elecciones presidenciales hasta hace muy poco, porque los líderes religiosos no han podido ponerse de acuerdo en qué candidato respaldar. Los analistas han señalado en varias ocasiones que el voto evangélico está «pulverizado» en varios partidos.
Las elecciones de 2018 cambiaron eso. Al final de la campaña de la primera vuelta electoral, el clero evangélico se unió en torno a Bolsonaro. Una de las cosas más importantes que atrajo a los evangélicos a favor de el candidato —al que sus seguidores llaman “El Mito”— fueron sus posturas sobre la sexualidad y los roles de género.
2. Biblia, balas y buey
Aunque Bolsonaro todavía se identifica como católico, su esposa es evangélica y él ha asistido durante mucho tiempo a una Iglesia Bautista. En 2016, un destacado político lo bautizó en el río Jordán. Bolsonaro habla la misma lengua que los evangélicos, dando voz a sus temores sobre los cambios en los roles familiares. Como resultado, Bolsonaro se ha convertido, en cierto sentido, en el primer presidente evangélico de Brasil. Análisis estadísticos indican que Bolsonaro habría perdido por poco la presidencia sin el apoyo de los evangélicos.
Pero los evangélicos por sí mismos no fueron suficientes para ganar la presidencia. Siempre y en todas partes, las campañas presidenciales deben formar extrañas coaliciones de diversos grupos sociales. La coalición de Bolsonaro es solo un poco más rara que la mayoría.
Durante la última década, un grupo heterogéneo de movimientos sociales de derecha y de centro-derecha se ha unido en Brazil, formando una ola que depuso a la presidenta Dilma Rousseff en 2016 y arrastró a Bolsonaro al poder. Los comentaristas políticos brasileños hablan sobre la trinidad de “Biblia, balas y buey”: conservadores religiosos, activistas de los derechos de armas y la agroindustria. La nueva derecha de Brasil incorpora neoliberales pro-comercio y globalifóbicos que piensan que China amenaza a su «patria cristiana”. Incluye tanto a libertarios como conservadores que buscan restringir severamente libertades culturales.
Un enemigo común mantuvo a estos grupos trabajando juntos: el Partido de los Trabajadores, o PT, el partido de centro-izquierda que ocupó la presidencia desde 2002 hasta 2016. En la campaña de 2018, memes virales de WhatsApp retrataron al PT como una fuerza totalitaria que buscaba alterar la sociedad brasileña e inculcar la homosexualidad. Pero el PT ahora está fuera del poder: su presencia legislativa fue diezmada y su líder, el ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva, se encuentra en prisión. Pueda que el miedo a la izquierda no mantenga unida a la derecha en adelante.
3. ¿Qué pasará? La bancada evangélica podría ser clave
A pesar de que declinó seguir con el «presidencialismo de coalición», Bolsonaro atendió astutamente a los intereses y sugerencias de los líderes evangélicos respecto a la integración de su gabinete. Nominó al conservador Ricardo Vélez Rodríguez como Ministro de Educación y Cultura, después de que los legisladores evangélicos criticaran a su primera opción como «demasiado progresista». Y Bolsonaro eligió a Damares Alves para Ministra de Mujeres, Familia y Derechos Humanos: una pastora evangélica que prometió liderar una “revolución cultural”, que restaura un orden social en el que “las niñas se visten de rosa y los niños se visten de azul”. La elección de estos ministros le dará a los religiosos una amplia libertad para dar forma a la política en áreas centrales de su agenda, como la educación sexual en las escuelas públicas.
Lo interesante es que las encuestas muestran que, en promedio, los evangélicos laicos se oponen a las posturas de Bolsonaro en muchos otros temas que incluyen protección del medio ambiente, derechos de minorías y política social. En una nueva encuesta conducida por un grupo de investigadores del cual yo hago parte, descubrimos que los evangélicos que votaron por Bolsonaro tienen muchas menos probabilidades que sus partidarios de otros grupos religiosos de estar de acuerdo con su slogan de que «un buen criminal es un criminal muerto».
Los guiños que Bolsaro lanzó a los evangélicos al formar su gabinete pueden ayudarlo a mantener el apoyo de la bancada evangélica en las áreas políticas donde los evangélicos laicos tienden a estar en desacuerdo con él. Pero los políticos evangélicos no tienen que seguir la misma línea. Los evangélicos sobresalen tanto en la organización de movimientos sociales como en la creación de acuerdos en la trastienda. Dada la frágil posición legislativa de Bolsonaro, los legisladores evangélicos podrían influir en las políticas sobre armas, empleo, medio ambiente, derechos humanos o pobreza.
Esto le da a los líderes evangélicos la oportunidad de abogar sobre toda la gama de prioridades de los votantes evangélicos, incluida la defensa de los pobres y la gestión del medio ambiente. Hacerlo podría hacer avanzar la visión de una sociedad justa descrita con elocuencia desde el púlpito. A pesar de ello, si el comité evangélico limita la promoción a un conjunto más estrecho de políticas (género, sexualidad y educación), los evangélicos perderán todas las oportunidades del gobierno de “su” presidente.